La nueva directiva de renovables o el fracaso de la des-Unión Europea

Las opiniones del sector se dividen entre la bienvenida a la existencia de la Directiva y la desazón del sentimiento de que se podría haber aspirado a mucho más en una oportunidad histórica para Europa

 La nueva directiva europea que deberá fijar las bases para el desarrollo de todo lo relacionado con la energía en el horizonte 2030 (eficiencia energética, energías renovables y emisiones de gases de efecto invernadero) se empieza a vislumbrar no falta de polémica.

Actualmente el texto es solamente la propuesta de la Comisión Europea que deberá ser debatida por el Parlamento Europeo y por el Consejo Europeo. No se espera que se apruebe el texto definitivo antes de finales de 2019, entrando en vigor probablemente en 2020.

Del texto destacan pinceladas que el sector observa con esperanza, como la llamada “cláusula española” que hacer referencia a la retroactividad de los sistemas de apoyo, o el foco que intenta poner en el consumidor para su empoderamiento como gestor de su energía.

También hace amplias referencia al favorecimiento del autoconsumo, tanto a nivel de usuario individual como en comunidades e intenta mejorar desde el punto de vista técnico la gestión de la energía en todo el sistema eléctrico europeo.

No obstante, si las luces son claras las sombras, si no tan obvias, son de mucho calado y son las que dejan la sensación de “más de lo mismo”. La mano de los lobbies tradicionales se hace notar en un texto que peca de falta de ambición y que asegura el negocio tradicional “sucio” de producción de energía por unos años más.

La directiva prevé eliminar los objetivos nacionales que incluía la versión anterior y los reemplaza por un objetivo común para toda la Unión Europea. En este caso el objetivo en eficiencia energética es llegar a una reducción del 30% con respecto a 1990, y para renovables fija la cuota objetivo en un 27% del consumo total de energía.

Dado que para el año 2020 seguro se supera ya el 20%, el objetivo del 27% parece una broma de mal gusto. El propio texto indica que se alcanzarían valores del 24,5% sin hacer nada más de lo que se está haciendo ahora.

Las inversiones previstas alcanzan los 25.000 millones de euros al año, que para la población europea actual apenas equivale a 34 € por persona y año. Por ejemplo en 2011 se superaron los más de 100.000 millones de euros de inversión en el sector.

La desconexión de la Comisión con la realidad tecnológica actual y las posibilidades que a día de hoy que ya representa es total. Como ejemplo, en lo referente al consume energético en el transporte, la directiva apenas habla del coche eléctrico mientras que en países como Noruega la venta de coches gasolina y diésel estará prohibida desde 2025. Esto es solo un ejemplo, pero muestra que la realidad del sector avanza mucho más rápido que la lenta burocracia europea, y constata que los planes de la Comisión se hacen en base a unas premisas que ya han quedado obsoletas.

El texto todavía no es definitivo pero es obvio que el paso por el Parlamento y por el Consejo tiene más posibilidades de reajustarlo a la baja que al alza, lo que significaría una vez más que esta Europa desunida por los intereses de cada país y de cada lobbie es incapaz de ser el líder en Energías Renovables que debería estar llamado a ser. China e India toman la cabeza de este liderato del que parece que EEUU se caerá con la entrada de Trump. El cambio es imparable y quien consiga liderarlo se llevará los mayores beneficios del mismo, la des-unión europea parece no estar por la labor.

 

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